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Fuente: Foto de la Agencia Espacial Europea (ESA), http://bit.ly/O99yYg |
La intensa actividad espacial a lo largo del último medio siglo y la ausencia de un mecanismo natural eficaz que devuelva los objetos lanzados a la Tierra, han dado lugar a lo que hoy conocemos como basura espacial. Ésta incluye a los objetos no funcionales en órbita; es decir, a satélites fuera de servicio, a etapas superiores de los lanzadores y a una enorme población de fragmentos fruto de explosiones y colisiones. En total hay unas 6000 toneladas de basura espacial que, debido a la elevada velocidad orbital (unos 8km/s), pueden producir graves daños en los satélites operativos. El problema de la basura espacial es especialmente grave en órbitas LEO (Low Earth Orbit) de inclinación casi polar y altura entre 800 y 1000 km ya que en ellas se encuentran los satélites más grandes y de mayor masa.
Modelos de ESA y NASA indican que, incluso aunque no hubiera nuevos lanzamientos, el número de objetos en órbita aumentará. Esto es debido a que se ha superado la densidad de basura crítica que desencadena lo que se conoce como síndrome o cascada de Kessler. Es decir, la densidad actual de basura espacial es tal que el número de objetos producido por la fragmentación realimentada de basura es mayor que la desaparición por reentrada en la atmósfera. La última colisión ocurrió en 2009, cuando el satélite ruso no operativo Cosmos 2251 colisionó con el satélite en servicio Iridium 33, dando lugar a alrededor de tonelada y media de peligrosa metralla.